La
Eneida, es la gran epopeya nacional de la edad de oro latina. Fue el propio
Augusto quien encargó a Virgilio la redacción de la Eneida, poema consagrado a
los orígenes de Roma.
En
la Eneida se narran las aventuras del héroe troyano Eneas, hijo de Venus
/Afrodita, en 12 cantos inspirados en Homero. Cuentan las peripecias de Eneas
para llegar desde Troya hasta Italia.
Aunque Virgilio obtuvo su fuente de inspiración en el
trabajo literario de Homero, incluyendo multitud de referencias y alusiones a
la Ilíada y la Odisea, y haciendo que su propia obra fuese un espejo de la épica
del griego, la atmósfera de la Eneida es completamente distinta. De hecho, en
ella Eneas tiene un carácter diferente del de los impulsivos héroes griegos
como Aquiles y Odiseo, con su afición por una vida aventurera. Eneas siempre es
calificado por Virgilio como temeroso de los dioses y disciplinado, con un alto
sentido del deber y la obediencia, rasgos sobrios que encajan con el carácter
romano y que es diametralmente opuesto al de los héroes griegos.
Eneas era hijo de Afrodita (Venus) y el mortal
Anquises.
Después de la destrucción de su ciudad, Troya, a manos
de los griegos, Eneas viajó a Italia, donde fundó el reino a partir del cual
emergería Roma. Fue precisamente a Eneas al que el gran poeta romano, Virgilio,
le dedicó su famoso poema épico, la Eneida, inspirada en la obra de Homero.
El padre de Eneas, Anquises, descendía de Tros, rey de
Troya, del cual la ciudad situada en Asia Menor recibía su nombre. Anquises no
pudo participar en la Guerra de Troya, ya que comenzó cuando él ya era muy
mayor, además de que Zeus le había dejado impedido de una pierna después de
haber ido presumiendo de su relación con Afrodita, de la cual nació Eneas.
Durante la Guerra de Troya, Eneas fue, después de
Héctor, el gran héroe de las tropas troyanas, si bien no podía llegar a
compararse con la fortaleza de los héroes griegos. Diomedes podría haberlo
matado sin dificultad, si su madre Afrodita y el dios Apolo no hubiesen
intervenido para retirar a Eneas del campo de batalla. Había una cierta
competitividad entre Héctor y Eneas, y entre éste y Príamo, rey de Troya y
padre de Héctor. Eneas estaba casado con Creusa, hija de Príamo, con la que
además tenía un hijo llamado Ascanio.
Al contrario que la inmensa mayoría de los troyanos,
Eneas consiguió escapar de la ciudad después de que los griegos la conquistasen
utilizando el caballo de madera. Existen diversas versiones de esta huida,
siendo la más importante la narrada por Virgilio y que asegura que Eneas huyó
de la ciudad en llamas con su anciano padre sobre sus hombros y con Ascanio de
su mano. Antes de esto, había tratado de salvar a Casandra de las garras de los
griegos en vano, siendo testigo de cómo era asesinado Príamo mientras se
saqueaba el palacio real. Durante la huida desapareció Creusa sin dejar rastro,
pero su sombra era el presagio de un futuro mejor para Eneas en el Oeste.
Cuando Eneas se hizo cargo, al pie del monte Ida, de
los troyanos que habían sobrevivido, se encargó de organizar la construcción
de nuevas barcas para iniciar la travesía hacia el Oeste, que les llevó, en
medio de muchas adversidades, hasta Creta y otros lugares desconocidos, debido
a una incorrecta interpretación del pronunciamiento del Oráculo. Entonces se
predijo con total claridad en un sueño que Eneas debería navegar hacia
Hesperia, «la tierra del atardecer». No obstante, una tormenta lo desvió de su
camino hasta Estrofades, donde los troyanos sufrieron la plaga de las Harpías,
monstruos alados con cara de bruja. Una de ellas se encargó de predecir muchas
dificultades durante el resto de la travesía.
Después de esto, Eneas llegó a Epiro, donde uno de los
habitantes locales, el profeta Heleno, que por entonces se había casado con
Andromaque, viuda de Héctor, le ordenó que navegase hacia Sicilia,
profetizándole que sería el fundador de una gran nación. En la costa oeste de
Sicilia, en un santuario dedicado a su madre, Venus, Anquises murió, siendo sus
restos depositados en ese mismo lugar.
Hera (Juno) aún mantenía cierta animadversión hacia
los troyanos y hacia Eneas en particular, y este fue el motivo por el que
provocó una tormenta para que la nota se desviase hacia el norte de África y no
llegase a Italia. Aquí, en la orilla sur del Mediterráneo, la joven reina Dido se
encontraba en pleno proceso de fundación de la ciudad de Cartago. A pesar de
que Eneas había jurado que nunca se casaría de nuevo, el amor que creció entre
ellos fue tan intenso que se convirtió en una de las historias románticas más
conocidas de la Antigüedad. Todo empezó durante una cacería en la que una
inoportuna tormenta les obligó a refugiarse juntos en una cueva. Muchos
escritores, poetas, pintores y compositores han encontrado su fuente de
inspiración en este mito.
Pero la historia de amor tendría un final trágico, ya
que Eneas se dio cuenta de que no podía seguir el dictado de su corazón, pues
estaba obligado a obedecer el mandato divino que le señalaba como fundador de
un nuevo reino. Hermes (Mercurio), el mensajero de los dioses, visitó de nuevo a
Eneas llevando un mensaje de Zeus (Júpiter) en el que le recordaba su tarea
pendiente. Eneas siguió la orden y partió, lo que tuvo como consecuencia el
suicidio de Dido con la espada que su amante le había regalado. Este triste
episodio tuvo consecuencias muy importantes para sus descendientes, ya que fue
el principio de la enemistad entre Cartago y Roma, que llevaría en los siglos
II y III a.C. a las tres guerras que terminaron con la destrucción de la
primera.
Eneas regresó a Sicilia, donde permaneció durante un
tiempo celebrando cacerías en honor del difunto Anquises e iniciando la
fundación de una ciudad para las troyanas y los ancianos que les sirviera a
todos de descanso tras el largo viaje. Después partió hacia la península
italiana, llegando hasta Cumae, desde donde descendió al mundo de los muertos y
se encontró con el fantasma de su padre, el cual le confirmó que es-raba
destinado a fundar un gran imperio y le aconsejó sobre ello.
Eneas continuó su viaje hacia el Norte. Remontó el
Tíber y llegó hasta la región de Latium, lo que hoy día es el Lacio y que
estaba gobernada por el rey Latinus. Su hija mayor, Lavinia, estaba prometida a
Turno, rey de los rutulianos, pero un oráculo predecía un mejor matrimonio para
ella si se casaba con un foráneo. De este modo, Latinus entregó a su hija a
Eneas, tras lo cual Hera envió a Alecto, una de las Furias, diosas de la
venganza, para incitar a la mujer de Latinus, Amata, y al rechazado Turno para
que se pusiesen en contra de Eneas. Turno buscó aliados entre los pueblos cercanos
y lo mismo hizo Eneas, que incluso contó con el apoyo de los etruscos. Además,
su madre, Afrodita, le pidió a su marido, Hefesto (Vulcano), que le forjase
una nueva armadura.
Después de esto llegó una larga batalla en la que el
hijo menor de Eneas, Ascanio, también participó. Mucha gente murió, incluso
Palas, hijo de Evander, uno de los principales aliados de Eneas. En un momento
concreto Eneas fue herido en una mano y su propia madre se encargó de curarle.
Finalmente, fue el duelo entre Turno y Eneas el factor decisivo. Eneas le
derrotó y se apiadó de él, pero cuando vio que Turno llevaba el cinturón del
difunto Palas como trofeo de guerra decidió acabar con su vida.
Una vez restaurada la paz, Eneas se casó con Lavinia.
Desde entonces, los troyanos y los latinos vivieron en paz, adoptando los
primeros la lengua y costumbres de los segundos. Eneas fundó la ciudad de
Lavinia en honor a su esposa. Más adelante, Ascanio -que también era llamado
Iulus, motivo por el que tanto César como Augusto se pusieron el nombre de
Julio- fundó la ciudad de Alba Longa, que se convertiría en la capital de la
comarca. Siglos después, Rómulo, hijo de Ares (Marte) y la princesa Rhea
Silvia, que venía de Alba Longa, fundó la cuidad de Roma en las colinas del
Palatino que se situaban sobre el Tíber.